¡Por poco no llego! Ahí estabas tú, y no pensé lo que pudiera ocurrir después, el tiempo se detuvo entre mis ojos y tus labios. No había espacio, parecía que sólo éramos tu y yo. De pronto, sin darme cuenta, llegue al lugar donde estabas tú, sonriente, impaciente, divertida, escondida, prófuga. Si en ese instante no me hubiese dado cuenta de que ya estabas lo suficientemente cerana a mí... no se lo que hubiera pasado. Por mi mente pasaron miles de pensamientos, nuevamente no existía el tiempo, ni el espacio, ni las demás personas, esos 5 segundos que estuve contigo antes de que tus sentidos notaran mi precencia me bastaron para comprender todo. Esos 5 segundos fueron como ir al cielo y regresar para contarlo. Tus ojos se dirigieron a mi mirada, mi mirada que en ese momento estaba perdida por el ímpetu del momento, mi mirada reflejaba una soledad tremenda, una cruda espantosa. El lapso en el que tus ojos se centraron en los míos y el momento en el que sonreiste cuando me miraste fue estrepitósamente abrupto, no me contuve y mi boca (muy arcaicamente) bosquejó una sonrisa también. No me imaginé lo que pudo pasar después, seguía con mi mente en blanco totalmente, fue un sentimiento nuevo... un comienzo, corazón, comida, viceras nuevas.
Abrúptamente todo ese sentir se desvaneció, presentaste a quienes son tus amigas, y regresé a la realidad. Nunca separé nada de tí. Me sentía como un extraño, como un completo extraño entre tanta gente, creía que podía inclusive matar a alguien y nadie se daría cuenta. Entre risas, sonrisas, regalos, comida, meseros ineptos y un ambiente por demás desconocido por nosotros, cada lapso de 2 ó 3 minutos nos dirigiamos las palabras, mis ojos brillaban, mis lágrimas se secaron, no me odie (como acostumbro).
Las risas me parecian ajenas, las miradas iban y venian, te descubrí un poco más y me introduje en el ámbito espacial más allá de mi diario.
Era solamente mirar a los ojos a las personas y soñar que no existía nadie más, sólo tu y yo. Me sentía un extraño, sí, pero cada lapso citado de 2 ó 3 minutos de verdad creía que estaba en el lugar indicado, a la hora indicada, el pánico en aquella plaza terminó. Tus brazos descubiertos y mis ojos descubiertos se entrelazaron, se abrazaron. Mi emoción se hizo notar, sentí el sudor frío rozando mi espalda, mis manos, cuidadosamente evitaba que lo notaras.
Una broma, otra broma, risas, gritos, fotografías, un mesero inepto que no sabía como afrontar la idea y la situación de que 10 personas estuvieran sentados en una mesa esperando la mejor de las atenciones. Ordenamos la comida, yo intuía que estabas pasandote un buen momento acompañado de amigos... y de mi. Broma tras broma risa tras risa confirmaba que me sentía como un extraño entre tanta gente, un comentario lo enfatizó;"Y tú, ¿De dónde saliste?... esperaba algo así, no me molestó, sentí nuevamente el frío recorrer mi espalda y la soledad que me arrancaba la piel, tu interveniste y contaste la historia, la abrupta historia. "Tenemos un amigo en común" dijiste, "y me jaló la mochila"... "¡Que lindo!" alguna voz perdida alcanzó a vociferar. En ese momento el sentimiento de extrañez y de no pertenencia se esfumó por completo.
Ordenamos, compartimos comida todos, compartimos un espacio delimitado en un tiempo aún más delimitado. Platicamos más, y cada ocasión que tu boca bosquejaba una sonrisa me sentia tranquilo, adaptado, seguro... feliz.
Al final fue una muy buena tarde, atosigaron de regalos a la cumpleañera, nos despedimos, y aquí fue cuando mi mente y mi cerebro perdieron totalmente el control de la situación. Te acompañe hasta tu casa, y en el camino un cigarro fue mi escudo para no tomarte de la mano. Otro cigarro y me mareo me mareo más de lo que el nerviosismo pudo hacer. Mi mente estaba completamente en blanco, solo vociferaba cosas que me venian a la mente, pensamientos y conocimientos aislados que podía ilar en mi mente y en el espacio. En un momento, luego del segundo cigarro trataba ade imaginar lo que pudieras estar pensando de mi; "este idiota que se cree", "estoy harta de verlo", "es aburrido", "quiero llegar a mi casa y que se calle", pero nunca sabré que es lo que piensas ni pensaste. Así está mejor, misteriosa, lenta, paulatina, tranquila, silenciosa y sigilosa. Tu. Tu. Tu.
A pesar de lo mareado que me encontraba pude seguir el paso y llegar a Salaverry contigo. Recordando la comida, en aquel restaurante de cuyo nombre no quiero acordarme, llegué a la conclusión de que fue una de las tardes más felices que he tenido en toda mi historia. Te dejé. Abriste la puerta. Te miré nuevamente a los ojos con mis labios. Mis labios que estaban muy secos como dos pájaros perdidos en algún desierto. Imploraba por algo. Por algo. En mi mente te canté alguna canción de cuna. Nos despedimos, parecía que llevabamos solamente 5 segundos de estar juntos, miré mi reloj y eran las 5 de la tarde. Nuevamente mis labios se acercaron a mi corazón, me sentí completo, feliz, estúpidamente feliz de encontrar mi lugar.
Nunca sabré que es lo que piensas, de eso estoy completamente seguro.
Y lo demás, lo demás es historia.
Breve crónica de mis sentimientos en una tarde en Italiannis.
Dedicatoria especial y espacial.