sábado, 22 de enero de 2011

Ejercicio diario de tomar café.

Despertaste y tu mirada se concentró en una mancha azul que profanaba el techo, la miraste detenidamente durante -aproximadamente- 10 minutos, sin quitarle los ojos de encima, sin parpadear, como se mira a la mujer deseada. Cerraste nuevamente los ojos y, luego de un tiempo considerable, volviste a despertar, gesticulaste, moviste tus músculos de la cara, y dijiste -o tal vez no lo hiciste y sólo lo imaginaste- "otro día, otra noche". Te levantaste de tu cama; con cuidado calzaste tus pantuflas, aquellas que te recuerdan lo mucho que tu madre te quiere. Pensaste si quizá fuiste muy desgraciado al abandonarla en aquel manicomio. No te interesó mucho el tema. "Ahora a desayunar", susurraste, como con miedo al alimento, como si fuera algo dañino, como si alguien te fuese a escuchar y te acusara de hereje, loco, malagradecido. Regresaste en ti y pensaste que era una tontería. Hay café, a lo lejos lo observas, lo alcanzas a oler, percibes su olor, un olor aterciopelado, olor religioso, olor que te hace creer que eres humano. "Un poco de café", dijiste con seguridad. Con máxima seguridad tomaste la bolsita color -que curioso- café que contenía las tan sagradas semillas. Remojaste tus labios, imaginaste lo feliz que serían tus papilas gustativas al probarlo. Te daban las gracias por tan preciado obsequio. Sacaste lo poco que quedaba en la bolsita. Pusiste agua para hervir, vaciaste el agua en una tasa, revolviste el café, que parecía arena decantada del desierto para pasar a una tasa que a los bordes dice "Papá te quiero mucho". Y te cuestionaste lo infeliz que eres por hacerlo abandonado en una ciudad extraña, nuevamente no te importó el tema. Seguiste sirviéndote café, te sentaste en tu silla preferida, te dispusiste a probar el rico deleite que es el café, acercaste la tasa a tu boca, tu nariz y olfato recibieron -nuevamente- el olor deliciosamente azul, aterciopelado y cristalino del café. Ahí fue donde recibiste la llamada de Fernanda. No recuerdas nada de lo que te dijo, sólo un; "te amo", dejaste la tasa, sin haberla probardo, encima de la mesa cuadrada adornada por un mantel por demás feo. Fuiste a tu cuarto y miraste la mancha azul, "maldita mancha azul", vociferaste desesperadamente. Te precipitaste a salir de tu casa. Y el vapor de tu tasa de café, llena y en el medio de la mesa, se dispersó, hasta desaparecer, hasta hacerse frío, como el amor por tu madre y tu padre.

viernes, 21 de enero de 2011

"La Broma", de Milan Kundera, no es una broma. (Primer libro del año).

El sentido del humor de las personas es diferente, dependiendo de su estado de ánimo actual, de su formación, de su vivencia, de su historia, dependiendo (incluso) de su forma de ver la vida. Esto es algo que Ludvick Jahn conoce y reconoce muy bien.
"¡El optimismo es el opio del pueblo! El espíritu sano hiede a idiotez ¡Viva Trotsky!" Una simple broma de un adolescente se pierde en este mundo que ha despreciado el sentido del humor, este mundo que ha desterrado a la sonrisa y a la risa, mundo en el cual: "el socialismo no se puede edificar sobre bromas". Y así comienza la travesía de varios personajes, que viven situaciones hasta cierto punto existencialistas. Ludvick Jahn es un joven interesante, adentrado en el partido comunista, aquel que intentaba gobernar la (en ese momento existente) Checoslovaquia. Los destinos de Ludvick, Helena, Jaroslav y Zemaneck se entrelazan para contar cada desde su punto de vista y demostrarnos que la vida no es lineal, sino que se disgrega en varios puntos de vista, en varias líneas que se pueden, o no, entrelazar. Al parecer Ludvick deberá estar siempre solo, al parecer Helena no comprende su situación de mujer adulta, Zemaneck jamás se centra y sigue siendo hipócrita y Jaroslav siempre es un idiota.
No me parece que sea una novela de amor, me parece una novela que se sumerge en la profundidad del alma de un personaje (en este caso Ludvick) que experimenta el desamor, la tristeza, la vergüenza, incluso el amor, la venganza. Y es, justamente, esta venganza la que le da el motivo de seguir vivo, aunque sea un motivo erróneo, es su razón de existir. Cuando se da cuenta que la venganza no es el camino, y que ni siquiera esa venganza la pudo lograr de buena manera, decide deshacerse de ese sentimiento, abandonar a Helena, y seguir a su amigo de la adolescencia, Jaroslav.
Creo que el libro es muy bueno, experimentas la sensación de estar viviendo la vida de Ludvick, porque, ¿quién no ha sentido que le han hecho una injusticia y por eso su vida parece devastarse? Es lo que le ocurre a Jahn. Aunque creo que el final del libro podría ser mejor.

miércoles, 19 de enero de 2011

Sábana de polvo.

Miras el polvo levantarse, luego de años de espera en aquel piso.
Miras el cielo sonreír, luego de que cayera fuego de él.
Miras tu vida destruirse.
Después del tiempo, todo invento es inútil.

sábado, 15 de enero de 2011

El amor en los tiempos del cólera en los ojos de un post-adolescente.

El amor en los tiempos del cólera, obra de Gabriel García Márquez, de casi 500 hojas, es la representación, plasmada en novela, de la decadencia del autor colombiano. Se cuenta la historia del amor entre Florentino Ariza, joven trabajador de la compañía de telégrafos en Cartagena, Colombia, y Fermina Daza, mujer hermosa y de familia acomodada que llega a Cartagena con su padre. El titulo se debe a la terrible enfermedad que azotaba buena parte de Sudamérica, la cual acabó con la vida de miles de personas. El libro se divide en 6 –tediosos, innecesarios, sufribles e interminables- capítulos, en los cuales se va tejiendo y construyendo una historia amorosa entre estos dos personajes, con las habituales dificultades que toda historia de amor debe tener, como el hecho de que Fermina está casada con Juvenal Urbino, médico colombiano que se jactaba de ser, no solamente el mejor, sino el único que se podía hacer llamar con ese título, gracias a que erradicó el cólera en su pueblo. El padre de Fermina, Lorenzo Daza, la obliga a contraer nupcias con el citado médico, aquí es donde el título del libro se torna metafórico y no literal.

Habiéndose casado con él su amor con el pobre de Florentino se vio más que amenazado, se torno en un amor imposible, en una ilusión. Esta ilusión y amor da la impresión de ser unilateral, ya que Fermina hace muestras de nihilismo hacia Florentino en muchas ocasiones, dejándolo, y haciéndolo a un lado. Con este –mezquino e impreciso- informe del libro no quiero decir que se trata de una novela horizontal, cuyo tiempo es preciso y secuencial, no, al contrario, estamos ante un libro atemporal, impreciso y justamente esto hace que se presenten datos, nombres, lugares, personajes y se lleve a cabo la historia (que no se confunda esta aclaración de la morfología del libro, siendo ésta una simple acotación, y no una justificación, es decir, que este argumento se basa en la manera de contar la historia, la cual no salva al libro de ser, para mí, paupérrimo, trivial, tosco y tedioso).

Lo –único- sobresaliente de este libro es como su autor delinea con una perfección al personaje de Florentino Ariza, respetando a lo largo de los 6 capítulos su personalidad, por supuesto que se trata de toda una vida de este personaje, en la cual va ganando experiencia y, con los años se hace maduro, pero aun así es fiel a su personalidad.

Gracias al matrimonio entre Fermina y Juvenal, salen de luna de miel a muchos lugares, recorriendo el mundo y “disfrutando” el uno del otro. Mientras tanto, Florentino, ensimismado en la tristeza de haber perdido a su amada, pierde toda consciencia y se tira a la melancolía, a la nostalgia y a la desesperanza. Cabe señalar que Florentino le jura fidelidad carnal a Fermina, es decir se guardaría casto hasta el momento en que se reencuentre con ella, lo cual no lo hace, pero no por su gusto, –al principio su juramento se mantiene en pie gracias a él, después es él quien busca las relaciones sexuales- sino porque en el barco en el que iba una mujer “abusó” de él. Luego de esto se hace de una afición casi obsesiva por el sexo, guardando, mediante anotaciones, en un cuadernillo los nombres y la forma de hacer el amor de cada una de las consiguientes.

Hay una parte en el libro en la que Florentino, ya de unos 35 años, va con su madre y llora con ella al contarle del matrimonio entre su amada y Juvenal, su madre lo consuela y le dice una frase por demás lapidaria: “Sufre, hijo mío, sufre, porque estas cosas no duran para siempre”.

Y así transcurren los años, con un Florentino enamorado siempre y una Fermina casada siempre. El final de libro hace una regresión de cómo se inicia el mismo, con Florentino recostado con una joven, después de haber hecho el amor, escuchando a lo lejos las campanas de la iglesia, señalando que la manera de sonar de estas solo se deben a la muerte de alguien grande. En efecto, el velorio se trata de Juvenal, con lo cual Florentino se ilusiona nuevamente con tener, de una vez por todas, el amor, cuerpo y alma de Fermina. Ambos se aventuran en un viaje por buque en el cual, Florentino, de poco menos de 80 años, y Fermina, de unos 74, aproximadamente, por fin hacen el amor y se entregan el uno al otro, amándose.

Como ya expresé, este libro marca la insipiente decadencia del escritor, siendo este mismo una apuesta demasiado arriesgada. Carece de intriga, de un hilo que conduzca, de buena forma, la vida e historia de ambos personajes principales. Pero lo más importante, no es contemporáneo

miércoles, 12 de enero de 2011

El amor mata.

El camino empezó en La Guerrero, íbamos en el carro; mi novia, un amigo, mi primo y yo. Sofía con la playera de los pumas, al igual que mi primo; Vicente y yo, con la del América. "A ver a qué hora, cabrón", dijo mi primo cuando bajé del edificio en el que vivo y me aproximaba al auto. Esbocé una sonrisa, Juan, el hijo de mi tío, siempre ha sido grocero, irreverente, malemadrista, pues, en realidad estas características le han ganado a pulso que todos le digan que el no nació para irle al América, sino, al contrario, el América nació por necesidad de él. "Déjalo en paz, siempre lo jodes", contestó Sofía. "Maricas, ni aguantan nada..." Yo no dije nada, creía que era el choque natural entre un Virgo y un Capricornio, entre un hombre y una mujer, entre un ingeniero y una periodista, entre un americanista y una puma.

El auto estaba apagado, como se calient el motor, cada vez que se apaga, debemos salir a empujarlo, en lo que uno se queda dentro de él para el momento en que se encienda, él, con la llave puesta, ponga en marcha el auto. Sofía era la encargada de esta acción y nosotros 3 a empujar, al fin encendió y abordamos el Clío plateado. "¡A huevo, esa es mi chava!", vociferé mientras la adrenalina me subía y extrañamente me excitaba al verla con su sonrisa pícara, seductora y esos labios que me invitaban a besarlos, a cercenarlos, a morderlos, a beberlos, a comerlos. "¡Cállate culero!", gritó Vicente y con esas palabras terminó mi fantasía. Sofía se pasó a los asientos traseros y mi primo se encaminó al asiento del conductor. Arriba del Clío se escuchaban canciones de Zoé, Caifanes y demás, comenzaron las apuestas, mientras nos dirigíamos al Estadio Azteca para el partido, "Tus pinches gatitos no les hacen ni cosquillas a las águilas" comenzó Vicente a molestar a los demás, abrazándome como podía en aquel auto tan compacto y riéndose de su propio chiste, yo lo acompañé y aseguré que sería una goleada, una tremenda paliza. Sofía no decía nada, sólo me miraba, con esos ojos negros, intranquilos, obscuros. Cada mirada que despositaba en mí me reanimaba, me mataba y resucitaba.

Al fin llegamos al estadio, con los boletos en la mano, y entonando cánticos nos dirigimos a la entrada, Sofía me dijo que compraría un refresco con un señor que estaba a unos cuantos metros de distancia de donde nosotros nos encontrábamos, la acompañe y comenzó a besarme enmedio de la explanada del estadio, yo, fuera de mí mismo ya que muy pocas veces me besaba de esa manera, me desconcerté, me salí de mí. Me dijo algunas palabras al oído y nos fuimos a un costado del estadio, donde estacionamos el auto, y ahí afuera del auto, escuchando los alaridos del estadio hicimos el amor, con el riesgo de que alguien nos viera.

Ya por fin, al medio tiempo, ingresamos al estadio, el partido seguía empatado, sin goles. Nos preguntaron donde estábamos y les dijimos que no nos dejaban pasar por los porros. En ese momento sentí que mi alma descansaba, que era uno nuevo.

Ek partido finalizó con un empate a un gol, nadie perdió e intercambiamos playeras los 4, los pumas con la de las águilas y viceversa. Jamás sentí a Sofía tan tranquila, tan enamorada de mí (en realidad no sabía a ciencia cierta si estaba enamorada o no de mí) como en esa hora, no me dejaba de abrazar, me besaba suave, como creyendo que me mataría de tanto amor. Me miraba de una manera tan sutil, con tanta paz que no podía evitar decirle que la quería. Yo me bajé nuevamente en La Guerrero, y ya en mi cuarto recibí una llamada de Vicente; "Sofía se suicidó", fue lo que dijo, yo no lo creí y lo desmentí en cuanto terminó la frase, me enojé y le colgué. "Cómo se atreven a jugar con algo así", susurré. Volvió a marcar mi amigo y me lo repitió, me explicó como la habían encontrado y supe, en ese instante, que no era broma, los nervios destrozaron mi cordura y desgarraron mis músculos. Salí de mi casa y corrí al metro, corrí como jamás lo había hecho ni lo haré. Me bajé en la estación que prefiero no nombrar y corrí, nuevamente, a su casa, había patrullas y yo gritaba "Puta madre, puta madre" no me cansé de gritarlo y correr. Los policías me quisieron detener a la entrada pero le dí un puñetazo a uno y entré. Su cuerpo ya estaba tapado con una sábana, estaban Vicente y mi primo en la casa. Lloré como nunca lo hice, lloré por la pérdida de la sabiduría, por la pérdida de la que era (y aún ahora es) mi razón por vivir.
Me dieron una carta que escribió antes de colgarse, la cual decí así:

"Hoy conocí el amor, me di cuenta que soy feliz, tengo al que creo, y, más allá, siento en mi corazón y alma, que es el amor de mi vida. Hoy hice el amor con él, fue maravilloso, bebí estrellas, tomé un arcoiris, hablé con un unicornio... no puedo permitir que la vida continúe, creo que es el momento perfecto para acabar con mi vida. Te amo Daniel, desde hoy, seré tu espíritu neutro"

Y hoy, que relato su historia, seré su espíritu neutro, seré para siempre de Sofía, estaré con ella...

¿En dónde queda todo?

lunes, 3 de enero de 2011

Los sin nadie.

Condenados a vida,
condenados a muerte,
sin nadie para siempre.

Azotados, en el suelo
nos encontramos,
llorándole a las moscas muertas
y a los perros sin hogar,
nosotros,
los sin nadie,
los solos,
los apartados.

Ahogamos nuestras lágrimas en tinas de
aceite, tomamos soda para fermentar nuestros
adentros.

Nosotros, los sin nadie,
no es que estemos tristes,
somos ignorantes de la tristeza.

Para conocer la tristeza debes
conocer la alegría,
y nosotros,
los sin nadie,
no conocemos la alegría.

Somos neutros;
ni negativos ni positivos,
ni blancos ni negros,
ni agua ni aceite,
ni cielo ni mar.

Los sin nadie cubren sus brazos siempre,
la sangre se les puede salir por los poros de la píel.

Nosotros, los sin nadie,
hacemos humo de la nada,
creamos planetas para luego destruirlos,
tomamos la sangre de las estatuas olvidadas,
no nos interesa nada...
porque nosotros, los sin nadie,
no le interesamos a nadie.

Tatuamos en los párpados de los demás,
de los alegres o de los tristes,
figuras inimaginables y cuando duermen las miramos,
nosotros, los sin nadie, no dormimos, la vida es para vivir,
no para dormir.

El insomnio es nuestra amante, el frío nuestro amigo,
la soledad nuestra esposa,
la desesperanza nuestra mejor amiga.

No hacemos el amor, deshacemos el amor,
lo destruimos; no nos busca, no nos encuentra.
No entendemos al amor, y el amor, a nosotros, los sin nadie, no nos entiende.

Vivimos mejor de noche, jugamos a cachar la luna, a empotrar viejos sentimientos olvidados,
a ahogar emociones en Vodka.

Nos burlamos de lo inmenso de Dios, de su onmipresencia, de su omnipotencia.

Nosotros, los sin nadie, estamos solos
y así moriremos.