Después de haber realizado la serie de pseudopoesía, titulada "Conquista". Y en vista de que encontré a una musa casi perfecta, he decidido realizar otra serie, pero, en esta ocasión no se tratará de poemas, sino de pequeños cuentos, anécdotas, y situaciones que sucedan. No sé cual sea el final de este, así como no supe cual fue el final de "Conquista". Aquí comienza esta serie que titulo:
"Palabras duras de entender", fue el primer pensamiento que vino a mi mente cuando, por fin, abrí los ojos. No sé por qué, pero, cada anochecer, cuando me dispongo a dormir y, de una vez por todas, logro hacerlo, me aturde en el pensamiento la idea de terrible de que quizá no vuelva a despertar.
Hice un recuento -siempre necesario recuento- matutino de los quehaceres destinados a ese día: entrevista de trabajo, comer, sacar copias, leer, Biblioteca Vasconcelos, estudiar con Violeta y Mayra, escuela, casa, leer, dormir. No había más.
Ya en la entrevista de trabajo -yo, con una camisa de manga corta a cuadros, un pantalón entubado, mi cabello despeinado y largo y como lo uso y unos tennis Nike de bota- me preguntaba qué pasaría a lo largo del día, y, súbitamente, el recuerdo de Violeta, observándome a los ojos y diciendo, con toda seguridad: "La realidad es hoy, es lo que ves, hueles, tocas. Lo que está; es real, lo demás, no", me hizo desentenderme de mis pensamientos a futuro y concentrarme en contestar a las preguntas de la mujer regordeta y con el cabello desaliñado que me cuestionaba: "No, no me drogo, sí, vivo con mis padres, ajá, también estudié derecho un año".
Cerca de una hora y media duró aquella desafortunada entrevista y me dirigí a paso veloz donde vería a mis amigas. "Maldito metro", susurré entre dientes y apretando mis manos, una contra otra. Saqué un libro que llevo cerca de una semana leyendo: "El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas", de Haruki Murakami -desde que leí el título algo en mí revivió y no he podido dejar de leerlo, de comérmelo. Decidí continuar la historia donde me había quedado, donde me estaba aguardando. Seguí la historia desde San Pedro de los Pinos hasta Buenavista.
Llegué. Marqué por teléfono. Bajaron. Violeta tenía una mirada vaga, untanto distraída; su cabello, negro e hipnotizante, oscilaba de este a oeste melodiosamente, alguna pieza de Mozart hubiese amenizado muy bien ese instante, efímero instante. Sus manos, largas y taciturnas, ondulaban de aquí para allá, del sur al norte, del beso al abrazo. Las saludo, mi mente viaja con esa boca, con el alcohol que se disfraza de saliva entre su lengua y dientes. Estudiamos: guerra fría, primera y segunda guerra munidal, Stalin, Independencia, Trece Colonias, Revolución mexicana, Churchill, Fidel Castro...
Papelería y ordenamos monografías, qué bajo caemos, pensé.
Cruzamos la Avenida Guerrero, nos dirigimos a un Oxxo, nuestras manos, por casualidad o causalidad; se unen, yo muero y revivo y muero y revivo cada que nuestras manos -NUESTRAS- se tocan, se rozan, se miran, se huelen, se saborean, se sienten, se encienden, se escapan, mueren, reviven y vuelven a morir, todo en este círculo vicioso. Son una y una se quedan.
Cigarros, Camel como siempre. "Fumada tras fumada puedes perder a tu bebé". En mi caso es: "Fumada tras fumada puedes ganar un amor". Ojalá.
Nuestras manos vuelven a danzar juntas, se tatúan sus marcas, sus memorias, deseos, gustos, hambre.
No me gusta verla triste, ni desubicada, ni desorientada, me parte el alma. Ella y Mayra tuvieron un problema en la escuela, ambas estaban totalmente destrozadas. May lloró, se quejó, no me gusta verlas así. A eso, mis manos respondieron enviando mensajes que sólo ellas entienden, a las manos de Violeta.
Metro Hidalgo, ingresamos boleto, torniquete; adentro. Jamás se volvieron a juntas nuestros dedos, nuestra piel, deseos, gustos, hambre -tal vez jamás se junten de nuevo, La acompaño a Juanacatlán, de Hidalgo a Juanacatlán, bajo el pretexto de tener, así, más tiempo para leer a Murakami. ¡Haruki es lo que menos me interesa en este momento; tomémonos de la mano! Le vocifero en mis adentros.
Despedida.