miércoles, 16 de febrero de 2011

No hay más...

Después de las lágrimas, viene la muerte,
Pasada la vida: llega la muerte,
Luego del amor, te enfrentas al odio.

Lo contrario al amor no es el odio; eres tú, eres tú.
Soñé con flores, hielos y perfume.
Encontré tus miradas en mis pupilas.

Tú no eres amor, esperanza o belleza,
No eres melancolía.
Tú no eres nada, nada eres tú. 

miércoles, 9 de febrero de 2011

VIII o El Fin.

(Fin de la conquista).

Reluces contra el Sol,
sin bajar la mirada te despides cortando rosas del prado de nuestra amistad.
Intermitencias de la soledad, soledad jamás imaginada.
-He dicho que eres muchas cosas, en esencia: conquista-

No me buscaste con la mirada baja, ni esperando encontrarme en cada esquina del centro,
la lluvia no te hizo llorar con mi recuerdo,
ni permaneciste despierta toda una noche, sin poder dormir,
mirando mi rostro en tu techo.

Tu voz azul se guarda en mi tímpano,
en mi cerebro,
sonido aterciopelado que es tu voz.

Adiós razón, hola corazón. (Entrevista. Vasconcelos. Juanacatlán).

Después de haber realizado la serie de pseudopoesía, titulada "Conquista". Y en vista de que encontré a una musa casi perfecta, he decidido realizar otra serie, pero, en esta ocasión no se tratará de poemas, sino de pequeños cuentos, anécdotas, y situaciones que sucedan. No sé cual sea el final de este, así como no supe cual fue el final de "Conquista". Aquí comienza esta serie que titulo:

"Palabras duras de entender", fue el primer pensamiento que vino a mi mente cuando, por fin, abrí los ojos. No sé por qué, pero, cada anochecer, cuando me dispongo a dormir y, de una vez por todas, logro hacerlo, me aturde en el pensamiento la idea de terrible de que quizá no vuelva a despertar.

Hice un recuento -siempre necesario recuento- matutino de los quehaceres destinados a ese día: entrevista de trabajo, comer, sacar copias, leer, Biblioteca Vasconcelos, estudiar con Violeta y Mayra, escuela, casa, leer, dormir. No había más.
Ya en la entrevista de trabajo -yo, con una camisa de manga corta a cuadros, un pantalón entubado, mi cabello despeinado y largo y como lo uso y unos tennis Nike de bota- me preguntaba qué pasaría  a lo largo del día, y, súbitamente, el recuerdo de Violeta, observándome a los ojos y diciendo, con toda seguridad: "La realidad es hoy, es lo que ves, hueles, tocas. Lo que está; es real, lo demás, no", me hizo desentenderme de mis pensamientos a futuro y concentrarme en contestar a las preguntas de la mujer regordeta y con el cabello desaliñado que me cuestionaba: "No, no me drogo, sí, vivo con mis padres, ajá, también estudié derecho un año".

Cerca de una hora y media duró aquella desafortunada entrevista y me dirigí a paso veloz donde vería a mis amigas. "Maldito metro", susurré entre dientes y apretando mis manos, una contra otra. Saqué un libro que llevo cerca de una semana leyendo: "El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas", de Haruki Murakami -desde que leí el título algo en mí revivió y no he podido dejar de leerlo, de comérmelo. Decidí continuar la historia donde me había quedado, donde me estaba aguardando. Seguí la historia desde San Pedro de los Pinos hasta Buenavista.

Llegué. Marqué por teléfono. Bajaron. Violeta tenía una mirada vaga, untanto distraída; su cabello, negro e hipnotizante, oscilaba de este a oeste melodiosamente, alguna pieza de Mozart hubiese amenizado muy bien ese instante, efímero instante. Sus manos, largas y taciturnas, ondulaban de aquí para allá, del sur al norte, del beso al abrazo. Las saludo, mi mente viaja con esa boca, con el alcohol que se disfraza de saliva entre su lengua y dientes. Estudiamos: guerra fría, primera y segunda guerra munidal, Stalin, Independencia, Trece Colonias, Revolución mexicana, Churchill, Fidel Castro...

Papelería y ordenamos monografías, qué bajo caemos, pensé.

Cruzamos la Avenida Guerrero, nos dirigimos a un Oxxo, nuestras manos, por casualidad o causalidad; se unen, yo muero y revivo y muero y revivo cada que nuestras manos -NUESTRAS- se tocan, se rozan, se miran, se huelen, se saborean, se sienten, se encienden, se escapan, mueren, reviven y vuelven a morir, todo en este círculo vicioso. Son una y una se quedan.

Cigarros, Camel como siempre. "Fumada tras fumada puedes perder a tu bebé". En mi caso es: "Fumada tras fumada puedes ganar un amor". Ojalá.

Nuestras manos vuelven a danzar juntas, se tatúan sus marcas, sus memorias, deseos, gustos, hambre.

No me gusta verla triste, ni desubicada, ni desorientada, me parte el alma. Ella y Mayra tuvieron un problema en la escuela, ambas estaban totalmente destrozadas. May lloró, se quejó, no me gusta verlas así. A eso, mis manos respondieron enviando mensajes que sólo ellas entienden, a las manos de Violeta.

Metro Hidalgo, ingresamos boleto, torniquete; adentro. Jamás se volvieron a juntas nuestros dedos, nuestra piel, deseos, gustos, hambre -tal vez jamás se junten de nuevo, La acompaño a Juanacatlán, de Hidalgo a Juanacatlán, bajo el pretexto de tener, así, más tiempo para leer a Murakami. ¡Haruki es lo que menos me interesa en este momento; tomémonos de la mano! Le vocifero en mis adentros.

Despedida.

Ejercicio -no necesariamente diario- de bañarse.

Contemplo las gotas de agua que aún se encuentran en la pared, del día de ayer, a las 5 p.m., cuando me bañé por última ocasión, hasta hoy. ¿Yo las observo, o ellas a mí?

Gota 1: Mira a aquel humano...
Gota 2: Parece... perdido, ¿qué nos mira? somos iguales.
Gota 1: Ellos tambien son todos iguales.
Gota 2: Míralo, parece... nervioso, dubitativo, ¡ya báñate, luego contemplas la similitud entre nosotras!

Sí, así debe ser un diálogo entre gotas -como las que observo justo ahora, tan iguales, tan aburridas, tan perfectas.

Busco pretextos -inútilmente- para no bañarme, el shampoo, no es para cabello graso, quiero creer; subo la mirada y, en un estante metálico, justo frente a mí, aparece un Head & Shoulders, sí, para cabello graso. No encendí el boiler, quiero pensar; yo no me puedo bañar con agua fría y, justo en ese instante, se escucha la flama, como renace de entre aquel silencio sepulcral. Sí, sí encendí el boiler, sí, sí tengo agua caliente. Sí, me bañaré, carajo.

Me desnudo. El ritual del desnudo debe llevarse paso a paso y con mucho cuidado, siendo terriblemente cauteloso. Un acto de más, o de menos y el desnudo será un fracaso. Mi ritual es siempre el mismo: primero me despojo de mis zapatos; luego, mis calcetas; después, mi playera o camisa; más tarde, me deshago del pantalón; y, por último, mi ropa interior. Si esto no lo hago sistemáticamente, lo que sea que pase después, será un total desastre. 

Desnudo, acciono, de izquierda a derecha y en primer luga,r la llave que tiene tatuada una gran letra C de color rojo; paso siguiente, misma maniobra, ahora sólo cambia la gran letra, se trata de una F. Comienzo, ya que el agua ni me quema ni me congela el cuerpo, por tallar mi cara, luego el cabello -una sola vez, con el Head & Shoulders para cabello graso -sigo con el cuerpo y regreso al cabello.

Tiempo aproximado: 15 minutos.

Seco mi cabello, mi cuerpo; la cara jamás la seco.

Y vuelvo a las gotas, que ahora son más, mis ojos penetran su estructura, su vulnerable transparencia hasta llegar a su átomo; las vuelvo a contemplar.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Mi único error.

Mi único error fue haberme salido de Jerez, tierra de tierras, campo de campos, aire de aires.
Abandonar a Ramoncito, dejarlo solo, solito, sin nadie que lo acompañe en esas noches tristes y frías, largas y tormentosas, ¡qué triste debe ser su casa, ahora que no tiene a nadie!
De lo único que me arrepiento es de dejar aquella tierra, en donde se respira la mística, aquel cielo donde navegan como perdidas las nubes, en busca de su destino.

Mi único error fue haberme alejado de Jerez.
También de la bizarra capital de ese estado, como la bautizara el buen Ramoncito.
La patria es suave, suave como mi amor a Jerez, suave como el recuerdo y mi arrepentimiento de haberme salido.
¡Ya me imagino al pobre de Velarde, cantándole solo a la tristeza, a la Fuensanta!
Pero algún día, Ramoncito, te ayudaré a cantarle a tu Fuensanta, escribirás un poema y se llamará: La suave Fuensanta.

Mi único error fue haberme salido de Jerez, y en eso... llevo la penitencia.

A Ramón López Velarde (con todo respeto y con toda humildad).