jueves, 7 de abril de 2011

Me han dicho que no existe el amor...

Me han dicho que no existe el amor,
que es cosa de ayer, de los ayeres,
que ya no lo busque,
que no lo encontraré,
que alguien lo introdujo en una botella de vidrio,
lo lanzó al mar,
que ahí se perdió.

Si el amor no existe, ¿qué es esto que siento yo por ti?
¿qué es lo que me produce clavarme agujas entre las uñas
y los dedos cuando no te veo?

Me han dicho que el amor se acabó,
se extinguió,
se murió,
se agotó,
se esfumó,
que se desvaneció con los Beatles,
que se acabó con las bombas atómicas,
-o tal vez cuando dejamos de abrazar-
que no hay razón para buscarlo,
que ahora sólo queda acostarse con las mujeres
y creer en la perpetuidad del sexo.

Yo creo -no lo aseguro-
que el amor no eres tú,
tus ojos no son amor,
ni como juegas con tu cabello cuando hablas,
el amor no es tu voz al cantar una canción jamás aprendida.
-o inventada-
No, no, no.
Yo supongo -sólo supongo-
que el amor no se ha extinto,
ni muerto,
ni agotado,
ni esfumado,
ni desvanecido,
ni acabado.

-¿Vivir en un mundo donde lo natural es el odio,
te convierte en un loco, cuando amas?-

Creo en el amor, como creo en el tú y yo.

Insomnio (o de la locura alimentada por la luna)

Cierro los ojos,
luego de un día agotador y exigente,
¿qué busco?,
poder dormir.
No puedo,
y oscilo entre derecha e izquierda;
boca arriba y boca abajo.
No puedo dormir:
"¡Basta, Raúl!"
me grito desde mi consciencia.
Y estoy, en verdad, fastidiado.
Cierro los ojos y parece que han pasado horas.
-no, no tengo tanta suerte, pienso-
Sólo 2 minutos luego de zambullirme en mis más profundos pensamientos.
Así paso horas, horas y horas...

La vida con insomnio es diferente:
por la noche, con la luz apagada y la luna susurrándome
los secretos de los dioses,
con la ventana de mi cuarto abierta,
se distinguen sonidos;
los vecinos del piso de arriba llegando a su tercer orgasmo,
satisfechos,
-y yo aquí, encerrado a las cuatro de la mañana, leyendo libros de ciencias olvidadas,
preocupándome por cosas inocuas, escuchando como el mundo gira,
como duerme...-
la sirena agonizante de la patrulla, a lo lejos
-o cerca-
persiguiendo a algún desafortunado que le pareció sencillo,
o le resultó excitante,
robar un cuarto de jamón para poder comer algo en todo el día.
Los maullidos de los vigilantes del amanecer,
los guardianes de la noche y de mi insomnio.

Cada sonido es especial y emerge en el preciso instante:
es música.

Y, repentinamente, un zancudo intenta penetrarlo todo,
profanarlo todo,
todo, todo, todo...
¿qué piensa este instruso en mi cuarto,
en mi sinfonía, en mi insomnio?
¿Cree que puede llegar y deshacerlo todo, todo, todo?
Hasta que desiste, la pobrecita criatura desterrada del mismo infierno.

Y estoy solo, solo una vez más,
solo con mi insomnio.
Dan las 7 de la mañana, creo que es hora de dormir,
¿qué dicen, vigilantes del amanecer,
guardianes de mi insomnio?

-A ti, que regresaste a mí, ese mi insomnio.