martes, 19 de julio de 2011

IV (O más cigarro y menos prozac)

Hoy sólo quiero fumar.
Fumar tus recuerdos,
llenar mis pulmones de ellos
hasta el mareo.

Hoy quiero fumarte
hasta la última vena
hoy sólo quiero amarte.

Fumarnos en este desaliento
desagradable
que me irrita los músculos,
déjame amarte.

Hoy sólo quiero fumar,
acelerar el proceso,
mandar al diablo
al médico:
"ya no fume,
Solorio, le hace mucho mal".
¡Tu desamor me hace mal
y no por eso me prohiben mirarte!

Hoy no quiero Prozac,
sólo quiero fumar.
(Y tal vez leer un poco de Sabines,
o de alguno de mis autores que
desconoces bien).

Hoy lo que quiero es
fumar,
mientras imagino que me extrañas.
Hoy no hay Prozac.

III (No hay suicidio)

Esta noche no hablaré del suicidio
sólo escupiré cenizas de mi alma
y cómo me acuesto sobre el cielo
de lo que llamamos olvido.
O de lo que le susurro a mi espejo:
este morirme en mí,
este acabar ebrio de mi soledad
y solo con mi reflejo.

No, no hablaré del suicidio.
Gritaré el amor que terminó
entre sonidos
entre llamas
de tus miradas
entre vientos sin sentidos.

Mejor hablaré de mi
garganta alcoholizada y de mi corazón medio partido.
Hablaré de cómo acabaste
con mi cuerpo
corroído.
Mejor no hablo,
porque estas hojas te lo dirán,
estas palabras te harán
admirar la distancia.
Labio a labio.
Corazón medio partido.

II (O estamos solos.

Estamos solos
de eso se trata
la oruga de tus ojos
me lo dijo.

Estamos solos
y abatido,
como buscando piedras
en un río.

Estoy frío
y te miro
por sonidos.

Estamos solos
y no estamos.
Nos desamamos bajo el nocturno
del engaño.

Muéreme,
estamos solos.

Mi viento,
aquí,
solos,
no lo siento.

Mi bambú,
retazo del cariño,
imagen hechiza
de mi alma corrupta,
corazón de doble moral,
no estamos solos,
existes,
existo,
en este estar solo
mejor me quedo contigo.

I (O del engaño).

Te falta amor
te falta olvido,
no lo que los poetas
dicen,
el amor prohibido.

Andas por mis venas
succionando amor,
corres por mis pulmones
como el cigarro del olvido.

Y te acercas,
me acerco,
a gatas andamos
por este el andar
del engaño.
Nuestro amor no es prohibido,
desamor mío.

Soy sólo la sombra de
lo que creo que somos.
Y yo... sólo muero.
Y muero solo,
muero contigo.
Ando con tus penas en mi ombligo
como un poeta mudo
o una rosa en el
olvido.

Te falta amor,
te falta olvido.

Te falto yo.

Ya me escupí,
miré al cielo y grité:
"Ámame,
que estoy como derretido".

Tu Dios no repondió,
sólo mis cigarros y mis soledades
saben que estoy dolido
como la fría mañana
de un pueblo carcomido.

Ríete,
desamor mío,
riámonos,
que no nos queda más remedio
que este andar a ciegas
por nuestro
desamor de niños.

Y no recuerdes nada,
que la piedra de tu conciencia
no haga un pobre desaliento de tu pasado
tibio,
falto de amor,
falto de olvido.

miércoles, 15 de junio de 2011

Al fin.

¡Vamos!
que venga un huracán,
que venga una tormenta,
que un abismo me atraiga hacia sus profundidades,
un aguacero,
que un volcán haga erupción.

¡Vamos!
que me quede sin sangre,
sin consciencia,
sin sueño,
sin labios,
sin alma,
que me quede con la profunda desolación de un
gato rondando por las calles del centro.

¡Vamos!
que me quede sin Dios,
sin diablo,
sin esencia,
sin escenario,
sin nada,
sin todo.

¡Vamos!
porque ya nada importa,
porque ya nada es nada,
porque estoy contigo.

Y tú eres mi divinidad,
mi maldad,
mi esencia,
mi escenario,
mi nada,
              mi todo.

miércoles, 8 de junio de 2011

Mudanza.

Me mudo a http://solosolorio.tumblr.com
twitter:
@solo_solorio.

Gracias a todos los que este año y medio estuvieron conmigo: leyendo y comentando, les debo lo que escribo, es suyo, síganme en el Tumblr.
Gracias, solitarias.
¡No te compadezcas de ti mismo! ¡Eso sólo lo hacen los mediocres!

No.

No lo sabes... no sabes lo desesperado y solo que me he sentido sin ti.

martes, 7 de junio de 2011

Un nuevo amanecer se desvanece.

Contando estrellas contra el sol infernal
todo se desvanece en este cielo otoñal
hagamos el intento de amar
contra todo, asesinar.

Asesino de flores en agosto,
entreveo tus ojos en reposo.

Espero por ti: tú, inherte.
tu cuerpo se llena de muerte,
los colores te abandonan en este momento,
¡llegarás al fin al firmamento!

Siente el peligro en mi mirada lasciva
como un mar profundo en otoño,
un daño profundo: sentencia masiva
para ti, mi retorno.

Me mantiene vivo,
en esta última hora,
no tu confusión.
que es mi ilusión,
sino tu expiación.


Asesino de flores en agosto,
entreveo tus ojos en reposo

Inesperado.

Un buen caldo de pollo caliente, humeante, poco grasoso, ininterrumpido: eso me gusta. Comerlo poco a poco, intercambiando entre arroz, pollo y caldo; eso me gusta. Sentir el calor de la commida atravezando por mi boca, pasando por mi traquea, llegar a mi estómago: no hay nada como comer. Un buen vaso de agua de jamaica, como la que le gusta tanto a Isabel, para calmar la sed. Eso me gusta, y también me gusta Isabel.

Siempre me gustó, desde que asistíamos a la preparatoria. Jugábamos a enmarcar nuestros temores entre telarañas infectadas por la vergüernza de sabernos fuera. Fuera del mundo, fuera de la misma vida, fuera de lo cotidiano. Incluso jugábamos a ser cotidianos; nos inventábamos nombres, situaciones intermitentes y reacciones catastróficas. Cuando la beso siempre acaricio su cabello, entrelazo mis dedos con las redes que cuelgan de su cabeza: eso me gusta. Sus abrazos, tan bellos y fuera de lo normal, como un oso polar trotando por las praderas de algún monte perdido entre la inmensidad de este planeta. Cuando hacemos el amor, parece que no hay mañana, ¡hacemos y deshacemos al amor a nuestro antojo! Un paseo en bicileta también me gusta, mirar a las pequeñas niñas enfundadas en vestidos blancos, rosas, azules, jugueteando por aquí y por allá, botando la pelota, girando las manos para chocarlas contras las de sus pequeñas compañeras. Contemplar el eterno retorno de la felicidad infantil: eso me gusta.

Estar con mi hermana también me gusta; mirar las fantasías que corren por esos sus ojos brillantes, por esos mares que corren sin parar. Me gusta estar con ella, reírnos de cosas absurdas, escucharla sobre lo que ocurre en su vida cotidiana: que se enojó con Angélica, que Juan se pegó en la cabeza, mientras corría tras una pelota en el receso, que su maestra la regañó por no llevar la tarea.

Aunque también me gusta estar solo, estar conmigo, ensimismarme en mis más profundos pensamientos, en mis tentanciones, en mis vicios. Pensar, por un largo rato, cómo sería si la mitad de la humanidad se muriera, dejándonos en paz a los sobrevivientes. Pensar, por ejemplo ¿por qué la gente es tan estúpida? O cosas que nadie más piensa, como la constante inconstancia en el uso de adjetivo en la poesía de Benedetti.

Todo esto ronda por mi azotea, ahora que corre la sangre por mis brazos, que veo todo nublado. Al momento de tomar la navaja, pensé en Isabel, en lo triste que se podría poner, en lo egoísta que mi acto puede verse, pero no es así, no es egoísmo, es amor, es altruismo, es necesidad. Es necesidad de estar bien. Mirando el brillo reflejado de la luna en el metal de la navaja, pensé en el cuerpo perfecto de Isabel, en cada curva, en cada vello que cubre su cuerpo, en todos y cada uno de sus poros que emanan trementina. Mi mente evocó aquella dulce mirada que depositó por primera vez en mis labios, luego de ese nuestro primer beso. También recordé la comida, a mi hermana. No me estoy arrepintiendo, ahora que los ojos se cansan y parecen cerrarce mis párpados. No. Mis manos se empapan y caen pesadas gotas escarlatas iluminadas por la luna. Eso también me gusta.

domingo, 5 de junio de 2011

Destierro.

"Lo que conoces
es tan poco
lo que conoces
de mí
lo que conoces
son mis nubes
son mis silencios
son mis gestos
lo que conoces
es la tristeza
de mi casa vista de afuera"
M.Benedetti.

Desterrada estás,
triste mariposa,
de este país
del cual ya no gozas.

Tirada, fuera de mí,
estás,
triste mariposa.

Aletea fuera de aquí,
que al verte sangran mis ojos.

Eclipsada entraste en mí,
mariposa negra.
Eclipsada sales de mí,
oruga entristecida.

Te destierro de mis llanuras,
de mis montes, de mis mares.

He dicho que tu nombre se escribe con flores.
Tú no eres flores,
las flores no son tú.
Tú nombre se escribe con la amargura de la soledad,
con el tiempo,
con la sábana de tu pasado,
con la melancolía de tu nombre.

¡Aléjate, triste mariposa,
de mi campo, de mi vista,
de mí!

Te destierro de mi casa,
mi casa triste,
azul,
alta y taciturna,
con olor a trementina,
con sabor amarillo.

Duele, mariposa,
duele mucho, sacarte de aquí,
pero es lo mejor.
Para mi arrogancia, para tu estupidez.

lunes, 23 de mayo de 2011

Intacto.

Intacto, puro, cristalino,
amor ensangrentado, 
amor profanado.

Intacta, imposible,
inalcanzable.
Mientras cae nieve en este nuestro otoño 
y nos disipamos  bajo el cielo negro 
que cubre el velo de tu engaño,
sigues 
desierta, 
como una flor sin pájaros;
inmaculada,
como un cristal sin reflejo;
vacía,
como tú sin mí.

Intacta,
sin mí,
vacía.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Recuento de daños.

Me han dicho que soy decadente. Que esa mi decadencia, aunque a veces da para buenas líneas y cosas aceptables, está desvaneciéndoce y tornándose... sí, decadente. Mi decadencia es decadente. También me han dicho que hay algo en mi de narcisismo, de egoísmo y arrogancia. Tal vez sea cierto, muy probablemente sea cierto, incluso yo lo he notado, pero ¿qué más da?
Y con riesgo a que quienes han escupido sobre mí esas aceveraciones, escribo esto, en este momento de melancolía total y de decadencia notable.

Recuento de daños.

Una rodilla deshecha;
pasa,
no importa,
no me importa,
rodillas van, rodillas vienen.

1 litro de sangre,
que corre,
y se va,
parece no volver.
Color escarlata huyendo preocupada,
desesperada,
necesariamente.
La sangre va y la sangre viene.

Una razón para vivir.
Tu lástima me lastima,
una razón para morir.
Huye, cobarde, que no te queda ningún lugar a dónde ir,
y vendrás,
¡Oh, sé que vendrás!
Con sangre en los dientes, ciega, desgarrada, drenada, casi viva,
casi muerta.
¡Oh, sé que vendrás!

Una mujer:
no es nada,
es todo,
tú no eras nada; lo eras todo.
Ni la única, ni la mejor.

jueves, 7 de abril de 2011

Me han dicho que no existe el amor...

Me han dicho que no existe el amor,
que es cosa de ayer, de los ayeres,
que ya no lo busque,
que no lo encontraré,
que alguien lo introdujo en una botella de vidrio,
lo lanzó al mar,
que ahí se perdió.

Si el amor no existe, ¿qué es esto que siento yo por ti?
¿qué es lo que me produce clavarme agujas entre las uñas
y los dedos cuando no te veo?

Me han dicho que el amor se acabó,
se extinguió,
se murió,
se agotó,
se esfumó,
que se desvaneció con los Beatles,
que se acabó con las bombas atómicas,
-o tal vez cuando dejamos de abrazar-
que no hay razón para buscarlo,
que ahora sólo queda acostarse con las mujeres
y creer en la perpetuidad del sexo.

Yo creo -no lo aseguro-
que el amor no eres tú,
tus ojos no son amor,
ni como juegas con tu cabello cuando hablas,
el amor no es tu voz al cantar una canción jamás aprendida.
-o inventada-
No, no, no.
Yo supongo -sólo supongo-
que el amor no se ha extinto,
ni muerto,
ni agotado,
ni esfumado,
ni desvanecido,
ni acabado.

-¿Vivir en un mundo donde lo natural es el odio,
te convierte en un loco, cuando amas?-

Creo en el amor, como creo en el tú y yo.

Insomnio (o de la locura alimentada por la luna)

Cierro los ojos,
luego de un día agotador y exigente,
¿qué busco?,
poder dormir.
No puedo,
y oscilo entre derecha e izquierda;
boca arriba y boca abajo.
No puedo dormir:
"¡Basta, Raúl!"
me grito desde mi consciencia.
Y estoy, en verdad, fastidiado.
Cierro los ojos y parece que han pasado horas.
-no, no tengo tanta suerte, pienso-
Sólo 2 minutos luego de zambullirme en mis más profundos pensamientos.
Así paso horas, horas y horas...

La vida con insomnio es diferente:
por la noche, con la luz apagada y la luna susurrándome
los secretos de los dioses,
con la ventana de mi cuarto abierta,
se distinguen sonidos;
los vecinos del piso de arriba llegando a su tercer orgasmo,
satisfechos,
-y yo aquí, encerrado a las cuatro de la mañana, leyendo libros de ciencias olvidadas,
preocupándome por cosas inocuas, escuchando como el mundo gira,
como duerme...-
la sirena agonizante de la patrulla, a lo lejos
-o cerca-
persiguiendo a algún desafortunado que le pareció sencillo,
o le resultó excitante,
robar un cuarto de jamón para poder comer algo en todo el día.
Los maullidos de los vigilantes del amanecer,
los guardianes de la noche y de mi insomnio.

Cada sonido es especial y emerge en el preciso instante:
es música.

Y, repentinamente, un zancudo intenta penetrarlo todo,
profanarlo todo,
todo, todo, todo...
¿qué piensa este instruso en mi cuarto,
en mi sinfonía, en mi insomnio?
¿Cree que puede llegar y deshacerlo todo, todo, todo?
Hasta que desiste, la pobrecita criatura desterrada del mismo infierno.

Y estoy solo, solo una vez más,
solo con mi insomnio.
Dan las 7 de la mañana, creo que es hora de dormir,
¿qué dicen, vigilantes del amanecer,
guardianes de mi insomnio?

-A ti, que regresaste a mí, ese mi insomnio.

martes, 22 de marzo de 2011

México Mágico.

¡Bienvenidos sean todos a esta tierra de enorme tradición!, de sazón culinario y de paisajes hermosos, sean, ustedes, bienvenidos a este enorme país. Cuenta con todo: enormes desiertos, océanos hermosos, azules casi verdes, montañas y cerros cafés casi azules.
¡Bienvenidos! A este su purgatorio. O su cielo. A esta la tierra donde se pueden hacer pobres entre los pobres, ricos entre los miserables.

10 cosas que odio de ti

"Odio como me hablas
Y tú forma de conducir.
Odio tu corte de cabello
Y lo que llegue a sentir.
Odio tus espantosas botas
Y que me conozcas bien.
Te odio hasta vomitar
Que bien va a rimar
Odio que sepas pensar
Y que me hagas reír.
Odio que me hagas sufrir
Y odio que me hagas llorar.
Odio tanto estar sola
Que no hayas llamado aun,
Pero más odio que no te pueda odiar
Aunque estés tan loco,
Ni siquiera un poco
Lo he de intentar."

miércoles, 16 de marzo de 2011

Cuidado, Soledad.

Si es que estás sola esta noche; búscame entre tus pensamientos,
si es que estás sola, caminando, errabunda y desaparecida; mírame entre tus labios, oscilando entre el ayer y el ahora,
si hoy, que no estoy contigo, tienes necesidad de mí, de mis manos, de mi egoísmo, de mis lunas y soles, si hoy, que estoy a realidades de distancia de ti, lloras por no tenerme; implora al desierto que sea mar nuevamente.

Porque aún no nos encontramos en esta realidad, y será inútil buscarme en tus pensamientos, mirarme oscilando entre el ayer y el ahora, implorar por el eterno retorno del mar...

Tú y yo debemos encontrarnos, tal vez sea hoy, sentados en algún café del centro, tal vez en la escuela o comprando refrescos, no lo sé, pero sé que debemos, tú y yo, encontrarnos.

¿Cómo serás? ¿Despreciarás a Gabriel García Marquéz, o quizá te guste el futbol? ¿Tomarás té o café? Tengo la impresión de comenzarte a querer, mi amada extraña, tan lejana como el mañana, y tan cercana como el ahora.

¿Cantaremos juntos alguna canción olvidada, o tatuaremos pensamientos juntos? ¡Ya no puedo más con esta incentidumbre. Lo siento, soledad, alguien, en algún momento, te quitará tu puesto y será mi compañera.
¿Cómo serás, te habré ya conocido?
¡Extraña, compañera del futuro, ven!

lunes, 14 de marzo de 2011

El fin del mundo, y su despiadado autor japonés.

El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas
de Haruki Murakami
Tercer libro del año

La consciencia y el subconsciente, dos mundos paralelos, el (que parece ser) mismo protagonista en ambos mundos, historias enlazadas, personas parecidas, caos, tragedias, muertes, en fin, cosas a las que Murakami nos tiene acostumbrados (lo único que faltó de su sello característico, en este libro, fue un amor que por alguna tontería, alguna estupidez se rompiera).

Por una parte tenemos El Fin Del Mundo, un poblado amurallado, perdido en el tiempo y en el espacio, (en realidad está situado en la mente, en el subconsciente del protagonista anónimo) en el que conviven bestias, sombras arrancadas de los cuerpos de sus amos y personas de todo tipo. Este es el mundo tranquilo, donde la perfección, la calma, la paz, la camaradería reinan, creando una atmósfera un tanto anómala, siniestra y perturbadora, los pobladores parecen robots sin corazón, y en realidad es justamente lo que sucede, al momento de entrar en esta ciudad amurallada uno se despide tanto de su sombra como de su corazón, la sombra te es cortada y el corazón poco a poco se desvanece... interesante.

Y, paralelamente, El despiadado país de las maravillas se desarrolla en el Tokio, en el futuro Tokio que Murakami creía sería cuando escribió esta novela (1985). Con edificios altos, luminosos, automóviles de último modelo.

Debo aclarar algo y hacer una especie de anécdota: al comenzar el libro no me esperaba que Haruki me dijera los nombres de los personajes ni mucho menos que ellos mismo lo hicieran, llegué a la página 100 y seguía sin nombres; la mitad del libro y aún nada; pero llegar hasta la 500, 600 y sin un sólo nombre, declaro, fue algo nuevo para mí.

El libro recorre ambos mundos de una manera magistral, a lo largo de sus 613 páginas, Murakami te lleva de la mano a recorrer la consciencia y el subconsciente humano. Con el sello característico de este japonés, hace una mezcla bastante intersante entre la cultura japonesa y el mundo globalizado. Anotaciones sobre Duran Duran, The Police, Bob Dylan, como siempre, la buena música está presente en las páginas de este autor.

Entre unicornios, elevadores que se demoran mucho en subir, bajar o lo que sea que estén haciendo, unas criaturas terribles, que viven en el subsuelo, debajo de Tokio, los llamados Tinieblos, todo esto combinado con Los Semióticos que son quienes se encargan de destruir la información de dicho país; ¿qué se obtiene? una espléndida novela de ciencia ficción.

Alguien en algún momento me dijo "cualquier libro te deja una enseñanza..." no recuerdo quién fue pero tiene algo de cierto, y en esta ocasión es el aceptar el destino, creas o no en él, es creer en el mismo. Aceptar tus decisiones y tus situaciones, así como lo hace -aquí escribiría el nombre de su protagonista, pero ¡como no existe!- el narrador anónimo.

Aunque, claro está, no es su mejor trabajo, no está lejana a serlo.
Vayamos a leer viejos sueños al Fin Del Mundo.

domingo, 13 de marzo de 2011

Perdiendo la fe.

Salgamos un momento de nuesttro círculo que nos intoxica el alma, el pensamiento, el corazón y el cuerpo de sentimientos superfluos... imposible, somos humanos.
Detengamos el caos, convirtamos nuestro triángulo perfecto de vicios y virtudes en un rectángulo, alargado y perfecto de sensatez, no podremos, somos humanos.
Tendamos la mano a aquél que la necesita, córtate un brazo por él o ella, somos humanos.
¿Y con pruebas así, mi Dios, pretendes que crea en ti?

lunes, 7 de marzo de 2011

Aquí.

Aquí se ama diferente, se ama con las lágrimas
se llora con el alma,
se vive con la arrogancia,
se duerme con las sábanas del tiempo y la tristeza.

Aquí es diferente,
aquí comes con los ojos y sueñas con el corazón.
Quizá por eso nado en este río solitario, bebiendo las aguas obscuras de mi propia perdición.

Quizá por eso no estás conmigo.
Quizá...

miércoles, 2 de marzo de 2011

A la amistad. (A Isabel).

(¿Qué es la amistad? me pregunta mi hermana, con esa mirada plena de tranquilidad, paz, serenidad, inocencia. ¿Qué es la amistad? cuestiona en el salón de clases mi profesor de filosofía, insistentemente, tratando de sacar alguna idea de nuestras mentes. ¿Qué es la amistad? Le pregunto yo a la vida)


Mantenerte en vela durante horas, por la noche, esperando la llamada de ese alguien para tener una charla, contarle tu día, comenzar con un "¿cómo te fue?" terminar con un "Que descanses". Eso es amistad. Tratar de curar las alergias, convertir las alergias en alegrías, terminar empapado al norte de la ciudad, sin dinero, pero con el alma feliz y una sonrisa después de verla, eso es amistad. La amistad se cuenta, claro, cada película es amistad, cada caminata, todos y cada uno de los Cazares son amistad, cada lágrima es amistad. Entonces somos muy amigos...
Amistad es comprenderte cuando quieres tener algo y no puedes. Amistad es sacarme de mi depresión, azotarme, tirarme, aventarme, destrozarme. Amistad es amarme. Amarme como amigo y amarte como amiga.
¿Que qué es la amistad? Es caminar por un bosque inhóspito, con la nariz congestionada, en las penumbras y sentir tu mano en mi hombro. Amistad tiene nombre, tiene letras. Es enojarme por lo que te suceda, no contigo, ni por ti, sino de los que te agredan. Amistad comienza con "A" de Amellali.
Se escribe con helado, se grita como una canción de The Smashing Pumpkins, se bebe como el agua de jamaica, se come igual que la pizza, se escucha como un "te quiero", se siente como el calor de Veracruz, se baila como una canción de The Pipettes, se vive como Isabel y Miguel.
La amistad es estar encadenado a un eterno recuerdo y a una siempre vivencia de la realidad. Es llorar contigo, es llorar conmigo, es tomarte del brazo, contemplar tus sueños.
Amistad es jugar a escribir en nuestras manos historias, amistad es caminar en el centro, soportar el calor de Veracruz, morirnos sino estamos, sino somos, sino no nos sabemos.
Amistad es no juzgarte. Es estar contigo, en las malas y en las peores, es secar tu sudor cuando corres (no literalmente) y crees no poder más, gritarte "Tú puedes, eres muy lista". Amistad es pagar el teléfono contigo.
Amistad eres tú, amistad soy yo. Amistad somos tu y yo. Juntos.

Y.A.L.T.

miércoles, 16 de febrero de 2011

No hay más...

Después de las lágrimas, viene la muerte,
Pasada la vida: llega la muerte,
Luego del amor, te enfrentas al odio.

Lo contrario al amor no es el odio; eres tú, eres tú.
Soñé con flores, hielos y perfume.
Encontré tus miradas en mis pupilas.

Tú no eres amor, esperanza o belleza,
No eres melancolía.
Tú no eres nada, nada eres tú. 

miércoles, 9 de febrero de 2011

VIII o El Fin.

(Fin de la conquista).

Reluces contra el Sol,
sin bajar la mirada te despides cortando rosas del prado de nuestra amistad.
Intermitencias de la soledad, soledad jamás imaginada.
-He dicho que eres muchas cosas, en esencia: conquista-

No me buscaste con la mirada baja, ni esperando encontrarme en cada esquina del centro,
la lluvia no te hizo llorar con mi recuerdo,
ni permaneciste despierta toda una noche, sin poder dormir,
mirando mi rostro en tu techo.

Tu voz azul se guarda en mi tímpano,
en mi cerebro,
sonido aterciopelado que es tu voz.

Adiós razón, hola corazón. (Entrevista. Vasconcelos. Juanacatlán).

Después de haber realizado la serie de pseudopoesía, titulada "Conquista". Y en vista de que encontré a una musa casi perfecta, he decidido realizar otra serie, pero, en esta ocasión no se tratará de poemas, sino de pequeños cuentos, anécdotas, y situaciones que sucedan. No sé cual sea el final de este, así como no supe cual fue el final de "Conquista". Aquí comienza esta serie que titulo:

"Palabras duras de entender", fue el primer pensamiento que vino a mi mente cuando, por fin, abrí los ojos. No sé por qué, pero, cada anochecer, cuando me dispongo a dormir y, de una vez por todas, logro hacerlo, me aturde en el pensamiento la idea de terrible de que quizá no vuelva a despertar.

Hice un recuento -siempre necesario recuento- matutino de los quehaceres destinados a ese día: entrevista de trabajo, comer, sacar copias, leer, Biblioteca Vasconcelos, estudiar con Violeta y Mayra, escuela, casa, leer, dormir. No había más.
Ya en la entrevista de trabajo -yo, con una camisa de manga corta a cuadros, un pantalón entubado, mi cabello despeinado y largo y como lo uso y unos tennis Nike de bota- me preguntaba qué pasaría  a lo largo del día, y, súbitamente, el recuerdo de Violeta, observándome a los ojos y diciendo, con toda seguridad: "La realidad es hoy, es lo que ves, hueles, tocas. Lo que está; es real, lo demás, no", me hizo desentenderme de mis pensamientos a futuro y concentrarme en contestar a las preguntas de la mujer regordeta y con el cabello desaliñado que me cuestionaba: "No, no me drogo, sí, vivo con mis padres, ajá, también estudié derecho un año".

Cerca de una hora y media duró aquella desafortunada entrevista y me dirigí a paso veloz donde vería a mis amigas. "Maldito metro", susurré entre dientes y apretando mis manos, una contra otra. Saqué un libro que llevo cerca de una semana leyendo: "El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas", de Haruki Murakami -desde que leí el título algo en mí revivió y no he podido dejar de leerlo, de comérmelo. Decidí continuar la historia donde me había quedado, donde me estaba aguardando. Seguí la historia desde San Pedro de los Pinos hasta Buenavista.

Llegué. Marqué por teléfono. Bajaron. Violeta tenía una mirada vaga, untanto distraída; su cabello, negro e hipnotizante, oscilaba de este a oeste melodiosamente, alguna pieza de Mozart hubiese amenizado muy bien ese instante, efímero instante. Sus manos, largas y taciturnas, ondulaban de aquí para allá, del sur al norte, del beso al abrazo. Las saludo, mi mente viaja con esa boca, con el alcohol que se disfraza de saliva entre su lengua y dientes. Estudiamos: guerra fría, primera y segunda guerra munidal, Stalin, Independencia, Trece Colonias, Revolución mexicana, Churchill, Fidel Castro...

Papelería y ordenamos monografías, qué bajo caemos, pensé.

Cruzamos la Avenida Guerrero, nos dirigimos a un Oxxo, nuestras manos, por casualidad o causalidad; se unen, yo muero y revivo y muero y revivo cada que nuestras manos -NUESTRAS- se tocan, se rozan, se miran, se huelen, se saborean, se sienten, se encienden, se escapan, mueren, reviven y vuelven a morir, todo en este círculo vicioso. Son una y una se quedan.

Cigarros, Camel como siempre. "Fumada tras fumada puedes perder a tu bebé". En mi caso es: "Fumada tras fumada puedes ganar un amor". Ojalá.

Nuestras manos vuelven a danzar juntas, se tatúan sus marcas, sus memorias, deseos, gustos, hambre.

No me gusta verla triste, ni desubicada, ni desorientada, me parte el alma. Ella y Mayra tuvieron un problema en la escuela, ambas estaban totalmente destrozadas. May lloró, se quejó, no me gusta verlas así. A eso, mis manos respondieron enviando mensajes que sólo ellas entienden, a las manos de Violeta.

Metro Hidalgo, ingresamos boleto, torniquete; adentro. Jamás se volvieron a juntas nuestros dedos, nuestra piel, deseos, gustos, hambre -tal vez jamás se junten de nuevo, La acompaño a Juanacatlán, de Hidalgo a Juanacatlán, bajo el pretexto de tener, así, más tiempo para leer a Murakami. ¡Haruki es lo que menos me interesa en este momento; tomémonos de la mano! Le vocifero en mis adentros.

Despedida.

Ejercicio -no necesariamente diario- de bañarse.

Contemplo las gotas de agua que aún se encuentran en la pared, del día de ayer, a las 5 p.m., cuando me bañé por última ocasión, hasta hoy. ¿Yo las observo, o ellas a mí?

Gota 1: Mira a aquel humano...
Gota 2: Parece... perdido, ¿qué nos mira? somos iguales.
Gota 1: Ellos tambien son todos iguales.
Gota 2: Míralo, parece... nervioso, dubitativo, ¡ya báñate, luego contemplas la similitud entre nosotras!

Sí, así debe ser un diálogo entre gotas -como las que observo justo ahora, tan iguales, tan aburridas, tan perfectas.

Busco pretextos -inútilmente- para no bañarme, el shampoo, no es para cabello graso, quiero creer; subo la mirada y, en un estante metálico, justo frente a mí, aparece un Head & Shoulders, sí, para cabello graso. No encendí el boiler, quiero pensar; yo no me puedo bañar con agua fría y, justo en ese instante, se escucha la flama, como renace de entre aquel silencio sepulcral. Sí, sí encendí el boiler, sí, sí tengo agua caliente. Sí, me bañaré, carajo.

Me desnudo. El ritual del desnudo debe llevarse paso a paso y con mucho cuidado, siendo terriblemente cauteloso. Un acto de más, o de menos y el desnudo será un fracaso. Mi ritual es siempre el mismo: primero me despojo de mis zapatos; luego, mis calcetas; después, mi playera o camisa; más tarde, me deshago del pantalón; y, por último, mi ropa interior. Si esto no lo hago sistemáticamente, lo que sea que pase después, será un total desastre. 

Desnudo, acciono, de izquierda a derecha y en primer luga,r la llave que tiene tatuada una gran letra C de color rojo; paso siguiente, misma maniobra, ahora sólo cambia la gran letra, se trata de una F. Comienzo, ya que el agua ni me quema ni me congela el cuerpo, por tallar mi cara, luego el cabello -una sola vez, con el Head & Shoulders para cabello graso -sigo con el cuerpo y regreso al cabello.

Tiempo aproximado: 15 minutos.

Seco mi cabello, mi cuerpo; la cara jamás la seco.

Y vuelvo a las gotas, que ahora son más, mis ojos penetran su estructura, su vulnerable transparencia hasta llegar a su átomo; las vuelvo a contemplar.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Mi único error.

Mi único error fue haberme salido de Jerez, tierra de tierras, campo de campos, aire de aires.
Abandonar a Ramoncito, dejarlo solo, solito, sin nadie que lo acompañe en esas noches tristes y frías, largas y tormentosas, ¡qué triste debe ser su casa, ahora que no tiene a nadie!
De lo único que me arrepiento es de dejar aquella tierra, en donde se respira la mística, aquel cielo donde navegan como perdidas las nubes, en busca de su destino.

Mi único error fue haberme alejado de Jerez.
También de la bizarra capital de ese estado, como la bautizara el buen Ramoncito.
La patria es suave, suave como mi amor a Jerez, suave como el recuerdo y mi arrepentimiento de haberme salido.
¡Ya me imagino al pobre de Velarde, cantándole solo a la tristeza, a la Fuensanta!
Pero algún día, Ramoncito, te ayudaré a cantarle a tu Fuensanta, escribirás un poema y se llamará: La suave Fuensanta.

Mi único error fue haberme salido de Jerez, y en eso... llevo la penitencia.

A Ramón López Velarde (con todo respeto y con toda humildad).

sábado, 22 de enero de 2011

Ejercicio diario de tomar café.

Despertaste y tu mirada se concentró en una mancha azul que profanaba el techo, la miraste detenidamente durante -aproximadamente- 10 minutos, sin quitarle los ojos de encima, sin parpadear, como se mira a la mujer deseada. Cerraste nuevamente los ojos y, luego de un tiempo considerable, volviste a despertar, gesticulaste, moviste tus músculos de la cara, y dijiste -o tal vez no lo hiciste y sólo lo imaginaste- "otro día, otra noche". Te levantaste de tu cama; con cuidado calzaste tus pantuflas, aquellas que te recuerdan lo mucho que tu madre te quiere. Pensaste si quizá fuiste muy desgraciado al abandonarla en aquel manicomio. No te interesó mucho el tema. "Ahora a desayunar", susurraste, como con miedo al alimento, como si fuera algo dañino, como si alguien te fuese a escuchar y te acusara de hereje, loco, malagradecido. Regresaste en ti y pensaste que era una tontería. Hay café, a lo lejos lo observas, lo alcanzas a oler, percibes su olor, un olor aterciopelado, olor religioso, olor que te hace creer que eres humano. "Un poco de café", dijiste con seguridad. Con máxima seguridad tomaste la bolsita color -que curioso- café que contenía las tan sagradas semillas. Remojaste tus labios, imaginaste lo feliz que serían tus papilas gustativas al probarlo. Te daban las gracias por tan preciado obsequio. Sacaste lo poco que quedaba en la bolsita. Pusiste agua para hervir, vaciaste el agua en una tasa, revolviste el café, que parecía arena decantada del desierto para pasar a una tasa que a los bordes dice "Papá te quiero mucho". Y te cuestionaste lo infeliz que eres por hacerlo abandonado en una ciudad extraña, nuevamente no te importó el tema. Seguiste sirviéndote café, te sentaste en tu silla preferida, te dispusiste a probar el rico deleite que es el café, acercaste la tasa a tu boca, tu nariz y olfato recibieron -nuevamente- el olor deliciosamente azul, aterciopelado y cristalino del café. Ahí fue donde recibiste la llamada de Fernanda. No recuerdas nada de lo que te dijo, sólo un; "te amo", dejaste la tasa, sin haberla probardo, encima de la mesa cuadrada adornada por un mantel por demás feo. Fuiste a tu cuarto y miraste la mancha azul, "maldita mancha azul", vociferaste desesperadamente. Te precipitaste a salir de tu casa. Y el vapor de tu tasa de café, llena y en el medio de la mesa, se dispersó, hasta desaparecer, hasta hacerse frío, como el amor por tu madre y tu padre.

viernes, 21 de enero de 2011

"La Broma", de Milan Kundera, no es una broma. (Primer libro del año).

El sentido del humor de las personas es diferente, dependiendo de su estado de ánimo actual, de su formación, de su vivencia, de su historia, dependiendo (incluso) de su forma de ver la vida. Esto es algo que Ludvick Jahn conoce y reconoce muy bien.
"¡El optimismo es el opio del pueblo! El espíritu sano hiede a idiotez ¡Viva Trotsky!" Una simple broma de un adolescente se pierde en este mundo que ha despreciado el sentido del humor, este mundo que ha desterrado a la sonrisa y a la risa, mundo en el cual: "el socialismo no se puede edificar sobre bromas". Y así comienza la travesía de varios personajes, que viven situaciones hasta cierto punto existencialistas. Ludvick Jahn es un joven interesante, adentrado en el partido comunista, aquel que intentaba gobernar la (en ese momento existente) Checoslovaquia. Los destinos de Ludvick, Helena, Jaroslav y Zemaneck se entrelazan para contar cada desde su punto de vista y demostrarnos que la vida no es lineal, sino que se disgrega en varios puntos de vista, en varias líneas que se pueden, o no, entrelazar. Al parecer Ludvick deberá estar siempre solo, al parecer Helena no comprende su situación de mujer adulta, Zemaneck jamás se centra y sigue siendo hipócrita y Jaroslav siempre es un idiota.
No me parece que sea una novela de amor, me parece una novela que se sumerge en la profundidad del alma de un personaje (en este caso Ludvick) que experimenta el desamor, la tristeza, la vergüenza, incluso el amor, la venganza. Y es, justamente, esta venganza la que le da el motivo de seguir vivo, aunque sea un motivo erróneo, es su razón de existir. Cuando se da cuenta que la venganza no es el camino, y que ni siquiera esa venganza la pudo lograr de buena manera, decide deshacerse de ese sentimiento, abandonar a Helena, y seguir a su amigo de la adolescencia, Jaroslav.
Creo que el libro es muy bueno, experimentas la sensación de estar viviendo la vida de Ludvick, porque, ¿quién no ha sentido que le han hecho una injusticia y por eso su vida parece devastarse? Es lo que le ocurre a Jahn. Aunque creo que el final del libro podría ser mejor.

miércoles, 19 de enero de 2011

Sábana de polvo.

Miras el polvo levantarse, luego de años de espera en aquel piso.
Miras el cielo sonreír, luego de que cayera fuego de él.
Miras tu vida destruirse.
Después del tiempo, todo invento es inútil.

sábado, 15 de enero de 2011

El amor en los tiempos del cólera en los ojos de un post-adolescente.

El amor en los tiempos del cólera, obra de Gabriel García Márquez, de casi 500 hojas, es la representación, plasmada en novela, de la decadencia del autor colombiano. Se cuenta la historia del amor entre Florentino Ariza, joven trabajador de la compañía de telégrafos en Cartagena, Colombia, y Fermina Daza, mujer hermosa y de familia acomodada que llega a Cartagena con su padre. El titulo se debe a la terrible enfermedad que azotaba buena parte de Sudamérica, la cual acabó con la vida de miles de personas. El libro se divide en 6 –tediosos, innecesarios, sufribles e interminables- capítulos, en los cuales se va tejiendo y construyendo una historia amorosa entre estos dos personajes, con las habituales dificultades que toda historia de amor debe tener, como el hecho de que Fermina está casada con Juvenal Urbino, médico colombiano que se jactaba de ser, no solamente el mejor, sino el único que se podía hacer llamar con ese título, gracias a que erradicó el cólera en su pueblo. El padre de Fermina, Lorenzo Daza, la obliga a contraer nupcias con el citado médico, aquí es donde el título del libro se torna metafórico y no literal.

Habiéndose casado con él su amor con el pobre de Florentino se vio más que amenazado, se torno en un amor imposible, en una ilusión. Esta ilusión y amor da la impresión de ser unilateral, ya que Fermina hace muestras de nihilismo hacia Florentino en muchas ocasiones, dejándolo, y haciéndolo a un lado. Con este –mezquino e impreciso- informe del libro no quiero decir que se trata de una novela horizontal, cuyo tiempo es preciso y secuencial, no, al contrario, estamos ante un libro atemporal, impreciso y justamente esto hace que se presenten datos, nombres, lugares, personajes y se lleve a cabo la historia (que no se confunda esta aclaración de la morfología del libro, siendo ésta una simple acotación, y no una justificación, es decir, que este argumento se basa en la manera de contar la historia, la cual no salva al libro de ser, para mí, paupérrimo, trivial, tosco y tedioso).

Lo –único- sobresaliente de este libro es como su autor delinea con una perfección al personaje de Florentino Ariza, respetando a lo largo de los 6 capítulos su personalidad, por supuesto que se trata de toda una vida de este personaje, en la cual va ganando experiencia y, con los años se hace maduro, pero aun así es fiel a su personalidad.

Gracias al matrimonio entre Fermina y Juvenal, salen de luna de miel a muchos lugares, recorriendo el mundo y “disfrutando” el uno del otro. Mientras tanto, Florentino, ensimismado en la tristeza de haber perdido a su amada, pierde toda consciencia y se tira a la melancolía, a la nostalgia y a la desesperanza. Cabe señalar que Florentino le jura fidelidad carnal a Fermina, es decir se guardaría casto hasta el momento en que se reencuentre con ella, lo cual no lo hace, pero no por su gusto, –al principio su juramento se mantiene en pie gracias a él, después es él quien busca las relaciones sexuales- sino porque en el barco en el que iba una mujer “abusó” de él. Luego de esto se hace de una afición casi obsesiva por el sexo, guardando, mediante anotaciones, en un cuadernillo los nombres y la forma de hacer el amor de cada una de las consiguientes.

Hay una parte en el libro en la que Florentino, ya de unos 35 años, va con su madre y llora con ella al contarle del matrimonio entre su amada y Juvenal, su madre lo consuela y le dice una frase por demás lapidaria: “Sufre, hijo mío, sufre, porque estas cosas no duran para siempre”.

Y así transcurren los años, con un Florentino enamorado siempre y una Fermina casada siempre. El final de libro hace una regresión de cómo se inicia el mismo, con Florentino recostado con una joven, después de haber hecho el amor, escuchando a lo lejos las campanas de la iglesia, señalando que la manera de sonar de estas solo se deben a la muerte de alguien grande. En efecto, el velorio se trata de Juvenal, con lo cual Florentino se ilusiona nuevamente con tener, de una vez por todas, el amor, cuerpo y alma de Fermina. Ambos se aventuran en un viaje por buque en el cual, Florentino, de poco menos de 80 años, y Fermina, de unos 74, aproximadamente, por fin hacen el amor y se entregan el uno al otro, amándose.

Como ya expresé, este libro marca la insipiente decadencia del escritor, siendo este mismo una apuesta demasiado arriesgada. Carece de intriga, de un hilo que conduzca, de buena forma, la vida e historia de ambos personajes principales. Pero lo más importante, no es contemporáneo

miércoles, 12 de enero de 2011

El amor mata.

El camino empezó en La Guerrero, íbamos en el carro; mi novia, un amigo, mi primo y yo. Sofía con la playera de los pumas, al igual que mi primo; Vicente y yo, con la del América. "A ver a qué hora, cabrón", dijo mi primo cuando bajé del edificio en el que vivo y me aproximaba al auto. Esbocé una sonrisa, Juan, el hijo de mi tío, siempre ha sido grocero, irreverente, malemadrista, pues, en realidad estas características le han ganado a pulso que todos le digan que el no nació para irle al América, sino, al contrario, el América nació por necesidad de él. "Déjalo en paz, siempre lo jodes", contestó Sofía. "Maricas, ni aguantan nada..." Yo no dije nada, creía que era el choque natural entre un Virgo y un Capricornio, entre un hombre y una mujer, entre un ingeniero y una periodista, entre un americanista y una puma.

El auto estaba apagado, como se calient el motor, cada vez que se apaga, debemos salir a empujarlo, en lo que uno se queda dentro de él para el momento en que se encienda, él, con la llave puesta, ponga en marcha el auto. Sofía era la encargada de esta acción y nosotros 3 a empujar, al fin encendió y abordamos el Clío plateado. "¡A huevo, esa es mi chava!", vociferé mientras la adrenalina me subía y extrañamente me excitaba al verla con su sonrisa pícara, seductora y esos labios que me invitaban a besarlos, a cercenarlos, a morderlos, a beberlos, a comerlos. "¡Cállate culero!", gritó Vicente y con esas palabras terminó mi fantasía. Sofía se pasó a los asientos traseros y mi primo se encaminó al asiento del conductor. Arriba del Clío se escuchaban canciones de Zoé, Caifanes y demás, comenzaron las apuestas, mientras nos dirigíamos al Estadio Azteca para el partido, "Tus pinches gatitos no les hacen ni cosquillas a las águilas" comenzó Vicente a molestar a los demás, abrazándome como podía en aquel auto tan compacto y riéndose de su propio chiste, yo lo acompañé y aseguré que sería una goleada, una tremenda paliza. Sofía no decía nada, sólo me miraba, con esos ojos negros, intranquilos, obscuros. Cada mirada que despositaba en mí me reanimaba, me mataba y resucitaba.

Al fin llegamos al estadio, con los boletos en la mano, y entonando cánticos nos dirigimos a la entrada, Sofía me dijo que compraría un refresco con un señor que estaba a unos cuantos metros de distancia de donde nosotros nos encontrábamos, la acompañe y comenzó a besarme enmedio de la explanada del estadio, yo, fuera de mí mismo ya que muy pocas veces me besaba de esa manera, me desconcerté, me salí de mí. Me dijo algunas palabras al oído y nos fuimos a un costado del estadio, donde estacionamos el auto, y ahí afuera del auto, escuchando los alaridos del estadio hicimos el amor, con el riesgo de que alguien nos viera.

Ya por fin, al medio tiempo, ingresamos al estadio, el partido seguía empatado, sin goles. Nos preguntaron donde estábamos y les dijimos que no nos dejaban pasar por los porros. En ese momento sentí que mi alma descansaba, que era uno nuevo.

Ek partido finalizó con un empate a un gol, nadie perdió e intercambiamos playeras los 4, los pumas con la de las águilas y viceversa. Jamás sentí a Sofía tan tranquila, tan enamorada de mí (en realidad no sabía a ciencia cierta si estaba enamorada o no de mí) como en esa hora, no me dejaba de abrazar, me besaba suave, como creyendo que me mataría de tanto amor. Me miraba de una manera tan sutil, con tanta paz que no podía evitar decirle que la quería. Yo me bajé nuevamente en La Guerrero, y ya en mi cuarto recibí una llamada de Vicente; "Sofía se suicidó", fue lo que dijo, yo no lo creí y lo desmentí en cuanto terminó la frase, me enojé y le colgué. "Cómo se atreven a jugar con algo así", susurré. Volvió a marcar mi amigo y me lo repitió, me explicó como la habían encontrado y supe, en ese instante, que no era broma, los nervios destrozaron mi cordura y desgarraron mis músculos. Salí de mi casa y corrí al metro, corrí como jamás lo había hecho ni lo haré. Me bajé en la estación que prefiero no nombrar y corrí, nuevamente, a su casa, había patrullas y yo gritaba "Puta madre, puta madre" no me cansé de gritarlo y correr. Los policías me quisieron detener a la entrada pero le dí un puñetazo a uno y entré. Su cuerpo ya estaba tapado con una sábana, estaban Vicente y mi primo en la casa. Lloré como nunca lo hice, lloré por la pérdida de la sabiduría, por la pérdida de la que era (y aún ahora es) mi razón por vivir.
Me dieron una carta que escribió antes de colgarse, la cual decí así:

"Hoy conocí el amor, me di cuenta que soy feliz, tengo al que creo, y, más allá, siento en mi corazón y alma, que es el amor de mi vida. Hoy hice el amor con él, fue maravilloso, bebí estrellas, tomé un arcoiris, hablé con un unicornio... no puedo permitir que la vida continúe, creo que es el momento perfecto para acabar con mi vida. Te amo Daniel, desde hoy, seré tu espíritu neutro"

Y hoy, que relato su historia, seré su espíritu neutro, seré para siempre de Sofía, estaré con ella...

¿En dónde queda todo?

lunes, 3 de enero de 2011

Los sin nadie.

Condenados a vida,
condenados a muerte,
sin nadie para siempre.

Azotados, en el suelo
nos encontramos,
llorándole a las moscas muertas
y a los perros sin hogar,
nosotros,
los sin nadie,
los solos,
los apartados.

Ahogamos nuestras lágrimas en tinas de
aceite, tomamos soda para fermentar nuestros
adentros.

Nosotros, los sin nadie,
no es que estemos tristes,
somos ignorantes de la tristeza.

Para conocer la tristeza debes
conocer la alegría,
y nosotros,
los sin nadie,
no conocemos la alegría.

Somos neutros;
ni negativos ni positivos,
ni blancos ni negros,
ni agua ni aceite,
ni cielo ni mar.

Los sin nadie cubren sus brazos siempre,
la sangre se les puede salir por los poros de la píel.

Nosotros, los sin nadie,
hacemos humo de la nada,
creamos planetas para luego destruirlos,
tomamos la sangre de las estatuas olvidadas,
no nos interesa nada...
porque nosotros, los sin nadie,
no le interesamos a nadie.

Tatuamos en los párpados de los demás,
de los alegres o de los tristes,
figuras inimaginables y cuando duermen las miramos,
nosotros, los sin nadie, no dormimos, la vida es para vivir,
no para dormir.

El insomnio es nuestra amante, el frío nuestro amigo,
la soledad nuestra esposa,
la desesperanza nuestra mejor amiga.

No hacemos el amor, deshacemos el amor,
lo destruimos; no nos busca, no nos encuentra.
No entendemos al amor, y el amor, a nosotros, los sin nadie, no nos entiende.

Vivimos mejor de noche, jugamos a cachar la luna, a empotrar viejos sentimientos olvidados,
a ahogar emociones en Vodka.

Nos burlamos de lo inmenso de Dios, de su onmipresencia, de su omnipotencia.

Nosotros, los sin nadie, estamos solos
y así moriremos.